viernes, 25 de octubre de 2013

La hembra del pavo real

Rubén Darío

En Ectabana fue una vez...
o más bien creo que en Bagdad...
Era una rara ciudad,
bien Samarcanda o quizá Fez.

La hembra del pavo real 
estaba en el jardín desnuda;
mi alma amorosa estaba muda
y habló la fuente de cristal.

Habló con su trino y su alegro
y su stacatto y son sonoro,
y venían del bosque negro
voz de plata y llanto de oro.

La desnuda estaba divina,
salomónica y oriental:
era una joya diamantina
la hembra del pavo real.

Los brazos eran dos poemas
ilustrados de ricas gemas.
Y no hay un verso que concentre
el trigo y el albor de palomas,
y lirios y perlas y aromas
que había en los senos y el vientre.
Era una voluptuosidad
que sabía a almendra y a nuez
y a vinos que gustó Simbad...
En Ecbatana fue una vez,
o más bien creo que en Bagdad.

En las gemas resplandecientes
de las colas de los pavones
caían gotas de las fuentes
de los Orientes de ilusiones.

La divina estaba desnuda.
Rosa y nardo dieron su olor...
Mi alma estaba extasiada y muda
y en el sexo ardía una flor.

En las terrazas decoradas
con un gesto extraño y fatal
fue desnuda ante mis miradas
la hembra del pavo real.

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De El canto errante, poemas y escritos de 1907.

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