miércoles, 4 de abril de 2012

La inevitable desintegración de Libia

Armando Pérez

La paulatina desintegración de Libia tiende a convertirse en un proceso inevitable porque el gobierno central, representado por el Consejo Nacional de Transición (CNT), no puede contener las aspiraciones de autonomía en las provincias, faltan mecanismos para controlar a las agrupaciones armadas y tampoco hay fuerza pública para proteger a la población.

A comienzos de marzo, cerca de tres mil representantes de tribus, clanes y comandantes de milicias proclamaron en la ciudad de Bengasi, en el oriente de Libia, la autonomía de la región Cirenaica y su independencia de Trípoli, es decir, del CNT.

Reunidos en el autodenominado Congreso del Pueblo Cirenaico, los delegados se manifestaron a favor de una Libia federal y anunciaron la formación de un propio gobierno, parlamento y ministerios de Finanzas, Defensa y Petróleo.

El jeque Ahmed Zubair fue electo dirigente de la nueva región que, desde Bengasi, controlará al menos el 66% de los yacimientos de hidrocarburos libios.

Entre tanto, el jefe del CNT, Mustafá Abdel Jalil, desde Trípoli, se pronunció en contra de la autonomía proclamada por el Congreso y denunció que las nuevas autoridades de Bengasi forman parte de una “confabulación extranjera” para socavar la integridad territorial y política de Libia.

Según expertos rusos, los autonomistas de Bengasi ahora actúan con el apoyo de las mismas fuerzas que hace más de un año promovieron la rebelión contra el líder Muamar Gadafi, y que concluyó con una guerra civil que ganaron los rebeldes gracias al apoyo de la OTAN.

Al respecto, muchos recuerdan que la rebelión contra Gadafi nació en Bengasi junto con el CNT, el cual durante muchos meses controló la guerra contra Gadafi desde esa ciudad, y que solo tras la victoria se instaló en Trípoli.

Ahora, por lo visto, los gobiernos extranjeros que armaron a los rebeldes tienen otros planes para controlar los yacimientos de crudo, el objetivo en esencia de esa intervención que la prensa occidental presentó como cruzada para defender a la población civil del supuesto genocidio perpetrado por el ejército de Gadafi.

Al analizar la prudencia que tiene ahora la prensa internacional para informar sobre los últimos acontecimientos en Bengasi, analistas rusos opinan que son pocos en Occidente los que quieren reconocer que la campaña en Libia fue una guerra de rapiña orquestada por gobiernos influyentes, y que resulta muy incómodo ver las consecuencias que supuso la cruzada por la democracia en Libia.

Sobre todo cuando el ejemplo de los autonomistas de Cirenaica contagió a otras regiones, especialmente a Misrata, la tercera ciudad más importante de Libia.

Allí, las autoridades municipales recién elegidas restringieron la entrada a los habitantes libios de otras regiones como medida preventiva para “garantizar la seguridad pública” de la ciudad.

De hecho, según constató la prensa británica, las nuevas autoridades –en abierto desafío al CNT–, establecieron una zona de seguridad como paso inicial a la proclamación una autonomía más radical que la establecida en Bengasi.

Para los observadores locales, el CTN desde Trípoli no puede solucionar prácticamente ningún asunto y las autoridades de Misrata actúan por su cuenta para poner coto a la inseguridad rampante, que es el principal problema que actualmente afronta la población civil en cualquier lugar de Libia.

Como reconoce el propio CTN, el problema de seguridad pública seguirá siendo muy agudo mientras no se desarmen y se liquiden las milicias y agrupaciones armadas autónomas que operan en el país.

Entre los factores que impiden la solución de este problema, fuentes del CTN citadas por la prensa rusa indicaron que sencillamente no hay recursos para financiar el desmantelamiento de las milicias y la reinserción de los combatientes a la vida normal en la sociedad.

A juicio de esas fuentes, el asunto financiero es el principal escollo en las conversaciones que actualmente adelanta el CTN con los comandantes de la brigada Zintan, sobre la devolución del aeropuerto internacional de Trípoli, hasta este momento en manos de esos milicianos.

Integrada en su mayor parte por habitantes de la ciudad del mismo nombre, en el occidente de Libia, la brigada Zintan actualmente es una de las agrupaciones armadas autónomas más influyentes y poderosas de ese país.

Los combatientes de esta brigada desempeñaron un papel crucial en la derrota del ejercito gadafista y en la ocupación de Trípoli, y desde el año pasado controlan por su cuenta el aeropuerto internacional, es decir, el flujo de cargas y pasajeros que llegaban por esa terminal aérea al territorio libio.

El pago de compensaciones y los gastos que deberá asumir el CNT igualmente impide las negociaciones entre las autoridades y los jefes de la milicia Swehli, también de Misrata, otra agrupación poderosa que recientemente capturó a dos periodistas británicos acusándolos de supuesto espionaje.

Entre tanto, la falta de fuerzas del orden eficaces multiplica el riesgo de conflictos armados entre las etnias y tribus libias, como el reciente brote de violencia en el sureste de Libia.

Ante la falta de información oficial, diversas fuentes reportan de centenares de muertos y heridos las últimas dos semanas en la ciudad de Al Kufra, cerca de las fronteras de Libia con Chad y Sudán, por enfrentamientos entre dos tribus, Tibu y Zwai, rivales desde hace décadas.

Según el general Youssef al-Mangoush, jefe del ejército libio, sus tropas intervienen para poner fin a los combates, pero fuentes de las tribus rivales aseguran que el ejército no puede impedir los enfrentamientos que, cada vez, ocasionan muertos, heridos y refugiados.

Los representantes de cada tribu se acusan mutuamente de asesinatos, secuestros, saqueo de viviendas, robos de autos y de medidas de respuesta para contener a los atacantes.

El grupo étnico Tibu habita principalmente en el Chad, pero también pueblan zonas del sur de Libia, y la tribu Zwai asegura que los Tibu atacan a sus paisanos con ayuda de mercenarios procedentes de Chad.

Y mientras aumentan las noticias sobre muertes por la violencia y la falta de dinero para comprar la paz, es más hermético el silencio del CTN en Trípoli, así como en las capitales occidentales promotoras de la revolución libia y en la prensa internacional. Posiblemente porque debe ser incómodo responder por qué no hay dinero para desarmar a las milicias, fortalecer el ejército y promover el desarrollo de las regiones. ¿Dónde estará el dinero de Gadafi?

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Publicado por RIA Novosti el 14-3-2012.

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