jueves, 5 de abril de 2012

Desarrollismo y dependencia

José Luís Fiori

El la década de 60 del siglo pasado, la crisis económica y política de América Latina causó, en todo el continente, una oleada de pesimismo con relación al desarrollo capitalista de las naciones atrasadas. La propia CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) hizo una auto crítica y puso en duda la eficacia de su estrategia de “sustitución de importaciones”, proponiendo una nueva agenda de “reformas estructurales” indispensables para retomar el crecimiento económico continental. Fue en este clima de estancamiento y pesimismo que nacieron las “teorías de la dependencia”, cuyas raíces se remontan al debate del marxismo clásico y de la teoría del imperialismo, sobre la viabilidad del capitalismo en los países coloniales o dependientes.

Marx no le prestó casi ninguna atención al problema específico del desarrollo de los países atrasados porque suponía que la simple internacionalización del “sistema de producción burgués” promovería, en el largo plazo, el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas, en un mundo dominado por las potencias coloniales europeas. Más tarde, a comienzos del siglo XX, la teoría marxista del imperialismo mantuvo la misma convicción de Marx, que solo sería cuestionada radicalmente después del lanzamiento de libro del economista Paul Baran (EEUU), La economía política del desarrollo, en 1957.

Tras su publicación, la obra de Baran se transformó en una referencia obligada del debate latinoamericano de los años 60. Para Paul Baran, el capitalismo era hetereogéneo, desigual y jerárquico, mientras que el subdesarrollo era causado por el propio desarrollo contradictorio del capitalismo. Además, según Baran, el capitalismo monopolista e imperialista había bloqueado definitivamente el camino del crecimiento en los países atrasados.

Las ideias de Baran le vinieron como anillo al dedo al pesimismo latinoamericano de los años 60, y sus tesis se transformaron en  referencia teórica fundamental de las dos principales vertientes marxistas de la escuela de la dependencia: la teoría do “desarrollo del subdesarrollo”, del economista norteamericano A. G. Frank, quien ejerció una influencia particularmente fuerte en Brasil y en Chile; y la teoría del “desarrollo dependiente asociado”, formulada por Fernando  Henrique Cardoso, con el soporte intelectual de un grupo importante de profesores marxistas de la Universidad de São Paulo.

La tesis central de Gunder Frank viene directamente de Paul Baran: de acuerdo con Frank, el imperialismo sería una suerte de bloqueo insuperable, aun con la intervención del Estado, y el desarrollo de la mayoría de los países atrasados solo se podría dar a través de una ruptura revolucionaria y socialista. Esta tesis de Frank fue matizada por sus discípulos, pero mantuvo la marca académica internacional de la teoría de la dependencia. Por su parte, la tesis central de F.H Cardoso nació siendo menos radical: según Cardoso, el desarrollo capitalista de las naciones atrasadas sería posible aun cuando no siguiera las previsiones clásicas, pero sería casi siempre un desarrollo dependiente y asociado a los países imperialistas.

El avance de la teoría del desarrollo asociado fue interrumpido por su propio éxito político, al transformarse en el fundamento ideológico de la experiencia neoliberal en Brasil, bajo el liderazgo del propio F.H.Cardoso. Con relación a G.Frank y sus discípulos, él mismo “emigró”, en los años 80, para otros temas y discusiones históricas, y su teoría del subdesarrollo se quedó parada en el tiempo, como si se tratara apenas de una lista de características especificas, estáticas e intransponibles, de la periferia capitalista. O, quien sabe, una especie de teoría de los “pequeños países”.

A pesar de todo, la escuela de la dependencia sembró cuatro ideas fundamentales que afectaron los fundamentos teóricos del  “desarrollismo de izquierda” de los años 50:
i) El capital, la acumulación del capital y el desarrollo capitalista no tienen una lógica necesaria que apunte, en todas partes y de forma obligatoria, hacia el pleno desarrollo de la industria y de la centralización del capital;
ii) la burguesia industrial no tiene un “interés estratégico” homogéneo que contenga, en sí mismo, un proyecto de desarrollo pleno de las fuezas productivas “propiamente capitalistas”;
iii) no basta con concientizar y civilizar a la burguesía industrial y financiar la centralización de su capital para que ésta se transforme en un verdadero estímulo desarrollista.
iv) por fin, la simple expansión cuantitativa del Estado no garantiza un desarrollo capitalista industrial autónomo y auto sustentado.

Lo que llama la atención es que, hasta hoy, el desarrollismo de izquierda no haya conseguido recuperarse del golpe recibido ni haya logrado construir una nueva base teórica capaz de darle un sentido de largo plazo a sus interminables e inconclusivas discusiones macroeconómicas y a su permanente entusiasmo por la esencia keynesiana.

*José Luís Fiori es catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Federal de Rio de Janeiro.

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Publicado por Correio do Brasil el 31-3-2012. Traducción libre.

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