martes, 14 de mayo de 2013

6 de diciembre

Goethe

Su imagen me persigue: que duerma o que vele, ella sola llena toda mi alma. Cuando cierro los párpados, en el cerebro, donde se encuentra la potencia de la vista, distingo claramente sus ojos negros. Es imposible que te explique esto. Me duermo y los veo también: siempre están allí, siempre fascinadores como el abismo. Todo mi ser, todo, está absorto por ellos. ¿Qué es, pues, el hombre, ese semidiós tan ensalzado? ¿No le faltan las fuerzas cuando más las necesita? Y cuando bate sus alas en el cielo de los placeres, lo mismo que cuando se sumerge en la desesperación, ¿no se ve siempre detenido y condenado a convencerse de que es débil y pequeño, él, que esperaba perderse en lo infinito?

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Fragmento o pequeña epístola de la maravillosa novela-compilación Las desventuras del joven Werther (1776), que tanto me impactó al leerla al final de mi adolescencia.

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