miércoles, 27 de junio de 2012

La insinuación como propaganda de guerra

Anthony Gregory

En 2002, y principios de 2003, el gobierno de (George W.) Bush quiso demostrar que tenía razón al iniciar la guerra contra Irak. Hubo afirmaciones de que Sadam Husein poseía armas de destrucción masiva y de que tenía vínculos con Al Qaeda. Lo que nunca se dijo explícitamente, sin embargo, fue que Sadam hubiera sido responsable del los sucesos del 11S. No obstante, a finales de 2003, un 70% de los estadounidenses encuestados pensaba que Sadam Husein era responsable personalmente del 11S. Especialmente estaban convencidos los votantes republicanos de Bush.

Sin embargo, Bush y sus funcionarios nunca lo dijeron. Y después de que empezasen a salir a la luz los múltiples desastres de la guerra de Irak, la opinión pública cuestionó la información previa a la guerra que habían dado los funcionarios de Bush. Entonces estos pudieron decir que, hablando estrictamente, nunca afirmaron que Sadam estuviera detrás del 11S.

Condoleezza Rice (asesora de Seguridad Nacional de la Casa Blanca y secretaria de Estado durante el gobierno de George W. Bush) dijo algo en el sentido de que los ataques se originaron en la zona de Irak. Hubo toda clase de insinuaciones de que Sadam pudo estar involucrado. Y, por cierto, el equipo de Bush nunca hizo el menor esfuerzo para quitarle al pueblo de EEUU la idea completamente falsa de que Sadam hubiera estado detrás del 11S.

La inmensa mayoría de los estadounidenses lo creía —incluso había estadounidenses contrarios a la guerra de Irak que también pensaban que Sadam estuvo detrás de los atentados—, lo cual no solo era totalmente erróneo, sino que no estaba basado en ninguna afirmación explícita del gobierno. Varios comentaristas favorables a la guerra lo habían dicho, pero Bush, (el ex vicepresidente Dick) Cheney, (el ex secretario de Defensa Donald) Rumsfeld, Rice y (el ex secretario de Estado Colin) Powell no lo dijeron.

Avancemos rápidamente una década hasta la actualidad. Un 71% de los estadounidenses —casi exactamente el porcentaje que pensó que Sadam estaba detrás del 11S— piensa que Irán posee armas nucleares. Es una pequeña muestra, pero concuerda con los sondeos realizados durante los últimos años y todos muestran que la mayoría  cree que Irán ya tiene armas nucleares. Y casi nueve de cada diez estadounidenses están seguros de que Irán sigue esforzándose para tenerlas.

Por cierto, hablando con liberales respetables –el tipo de personas que oyen NPR y ven a Jon Stewart– encuentro repetidamente que incluso gente que no quiere ir a la guerra asume que todo estadounidense razonable sabe que Irán está a punto de conseguir bombas nucleares, si es que todavía no las tiene.

Lo extraño es que, aparte de que no existe evidencia verosímil de que Irán tenga armas nucleares, tampoco hay nadie en una posición de autoridad oficial que lo afirme.

Todos los informes de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), incluso los que señalan a Irán como “inquietante”, confirman que no hay desviación de materiales nucleares destinados a fabricar armas. La CIA y la comunidad de los servicios de inteligencia han mantenido sistemáticamente los resultados del Cálculo Nacional de Inteligencia de que Irán no ha intentado fabricar armas nucleares desde 2003 (y que lo hiciera entonces solo es una leve sospecha basada en evidencias mínimas preparadas por el gobierno israelí).

Además, la semana pasada, el secretario de Defensa Leon Panetta subrayó que Irán no solo no tiene armas nucleares, sino que ni siquiera existe la evidencia de que quiera conseguirlas.

Incluso aunque Irán quisiera fabricar armas nucleares, probablemente necesitaría tres años o más. Según las informaciones, Irán intenta enriquecer sus unidades de 19,75% LEU. Las armas nucleares requieren 95% y no hay evidencia de que Irán tenga medios para hacerlo. Incluso es dudoso creer que un Irán con armas nucleares sería una especie de amenaza sin precedentes para EEUU, pero esto no viene al caso.

¿De qué estamos hablando entonces? El gobierno de Barack Obama (como el de Bush) y la ONU tienen la misma posición oficial: Irán no tiene bombas nucleares y probablemente los iraníes no pretenden tenerlas. Sin embargo, siete de cada diez estadounidenses piensan que Irán ya las tiene. Mientras tanto, todos los precandidatos presidenciales republicanos, con excepción de Ron Paul, adviertieron sobre la amenaza sin igual de un Irán nuclear. Y la Casa Blanca de Obama castiga al país persa con sanciones más duras y amenazas.

Por cierto, Obama ha medrado a costa de la insinuación de que Irán tiene bombas nucleares. Cuando se puso más duro en 2009 porque atraparon a Irán con las manos en la masa en su nueva instalación nuclear en Qom —una instalación civil de la cual Teherán ya había informado a la comunidad internacional, lo que concuerda con el Tratado de No Proliferación del cual es firmante— lo hizo sobre el transfondo de la insinuación de que era evidente que todos saben que Irán quiere armas nucleares. Lo hizo a pesar de que todo lo que existía en Qom, según un funcionario de la AIEA, era un “hoyo en una montaña”. 

¿Por qué no recordó el presidente Obama que no hay mucho que cause preocupación, ya que todo el Departamento de Defensa y la comunidad de la defensa confirman que Irán no tiene un programa de armas nucleares?

Si empieza una guerra con Irán, se basará en gran parte en la propaganda creída por el público, una propaganda que nunca ha sido oficialmente articulada por el gobierno. En el pasado, EEUU aprovechó mentiras totales para justificar guerras: el incidente del Golfo de Tonkín, los bebés kuwaitíes arrancados de las incubadoras, etc. Desde hace tiempo hay una buena cantidad de afirmaciones no corroboradas relacionadas con las grandes guerras lanzadas por EEUU, el USS Maine hundido por los españoles, el Telegrama Zimmerman como una verdadera amenaza a Estados Unidos, el genocidio serbio de albaneses étnicos, la muerte de decenas de miles de civiles a finales de los años 90, etc.

Pero las mentiras y afirmaciones actuales no corroboradas no son suficientes. Los mandamases de la maquinaria bélica estadounidense nunca hacen las afirmaciones más provocativas respecto a los enemigos de EEUU. De esa manera, si la guerra va mal y la gente comienza a acusar a la clase política de engañarla, los defensores del Estado bélico pueden decir fácilmente: “¡Bush nunca afirmó que Sadam estuviera detrás del 11S! ¡Obama nunca afirmó que Irán tuviera armas nucleares!”.

Pero no hay que pensar ni por un instante que nuestros gobernantes no estén contentos de que el pueblo estadounidense crea lo que cree. Es mucho más fácil ir a la guerra si el público acepta todo tipo de estupideces. La posibilidad de denegación que la propaganda insinuada ofrece a la clase gobernante solo es el toque final.

Anthony Gregory es analista de investigación en The Independent Institute.

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Publicado por el ICH/Independent Institute y por Rebelion.org el 28-2-2012.

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