martes, 27 de junio de 2017

Buenos días al Ávila


Aquiles Nazoa

Buen día, señor Ávila.
¿Leyó la prensa ya?
¡Oh, no!… No se moleste:
siga usted viendo el mar,
es decir, continúe
leyendo usted en paz
en vez de los periódicos
el libro de Simbad.
¿Se extraña de la imagen?

Es muy profesional.
¿O es que es obligatorio
llamarlo a usted Sultán
y siempre de Odalisca
tratar a la ciudad?
¡Por Dios, señor, ya Persia
no lee a Omar Khayyám,
y en vez de Syro es Marden
quien manda en el Irán!

Cambiemos, pues, el tropo
por algo más actual:
digamos, por ejemplo,
que usted, pese a su edad
y pese a que en un ojo
tiene una nube (o más),
es un lector celeste
y espléndido, ante el cual
como un gran diario abierto
se tiende la ciudad.

¿Se fija usted? La imagen
no está del todo mal…
¿Que le ha gustado? ¡Gracias!
Volvamos a empezar.

Buen día, señor Ávila,
¿Leyó la prensa ya?
¿Se enteró de que pronto
con un tren de jugar
su solapa de flores
le condecorarán?
¡Oh, no! ¡No, no! No llore,
¿Por qué tomarlo a mal?
Será, se lo aseguro,
un tren de navidad
con el que usted, si quiere,
podrá también jugar.
Serán, sencillamente,
seis cuentas de collar
trepándose en su barba
de viejo capitán.

Tendrá el domingo entonces
un aire de bazar
con sus colgantes cajas
de música que van
de la ciudad al cielo,
del cielo a la ciudad.
¡Adiós, adiós! Los niños
le dirán al pasar
y el niño sube-y-baja
tal vez le cantarán:
usted dormido abajo
refunfuñando: – Bah…!
y arriba los viajeros
cantando el pío-pa.

¿Pero por qué solloza,
si nada le ocurrirá?
¿Le asusta que las kódaks
aprendan a volar?
¿O dígame, es que teme,
¡mi pobre capitán!
que novios y turistas
se puedan propasar
y como a un conde ruso
lo tomen de barmán?
¿Es eso lo que teme?
¡Pues no faltaba más…!
¡Usted de cantinero…!
¡Qué cómico será!
¡Usted, que más que conde
fue en tiempos un Sultán.
Con una nube en el brazo
diciendo: – Oui, madame,
en tanto que la triste
luna de Galipán
le sirve de bandeja
para ofrecer champán…!

Buen día, señor Ávila,
me voy a retirar.
Saludos a San Pedro
y a los hermanos Wright.
(El Ávila lloraba,
llovía en la ciudad).

De El ruiseñor de Catuche, 1950.

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