jueves, 10 de noviembre de 2011

La nube en pantalones (fragmento)

Vladimir Mayakovski

Yo,
el crisóstomo
cuya palabra
regenera el espíritu,
festiviza el cuerpo,
les digo:
la menor partícula de lo viviente
es superior a lo que hice o haré.

¡Escuchen!
Predica
convulsionado y gimiente
el Zaratustra hablador de hoy.

Nosotros,
con cara de sábana arrugada,
con labios colgantes como lámparas,
nosotros,
prisioneros
de la ciudad-leprosería,
donde el oro y la inmundicia llegaron a lepra,
somos más pulcros que el añil veneciano,
bañado de sol y mar.

Me importa un bledo
que Homero y Ovidio
no tienen a hombres como nosotros
ennegrecidos de hollín.
Me consta,
el sol se eclipsaría si viera
los filones de oro de nuestras almas.

Mejor que plegarias son venas y músculos.
No mendiguemos del tiempo el perdón.
Nosotros,
cada uno, sujeta la mano,
las correas de transmisión de los mundos.

Aquello subió a los gólgotas, a los públicos
de Petrogrado, Moscú, Odesa, Kiev,
y no hubo uno
que no gritara:
“¡Crucifíquenlo,
crucifíquenlo!”.

Mas para mí, la gente,
aun los que me ofendieron,
son los más queridos y entrañables.

¿Han visto
cómo el perro lame la mano agresora?

Yo, ridiculizado por la estirpe de hoy,
como un chiste dilatado,
obsceno, veo cómo remonta las cimas del tiempo
alguien que nadie ve.

Donde el ojo humano se detiene, tímido,
al frente de hordas famélicas,
coronado de espinas de revoluciones
llegará el año dieciséis.

Yo soy aquí su precursor,
estoy con los que padecen,
crucificado en cada lágrima vertida.

Ya es imposible perdonar nada.
Calciné el alma donde crecía la ternura.
Eso es más difícil que tomar
miles y miles de Bastillas.

Y cuando
con la insurrección
anuncien su llegada
y salgan ustedes a recibir al salvador,
yo
me arrancaré el alma,
la aplastaré
para ensancharla
y, sangrante, se las daré por bandera.


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De Poemas 1913-1916.

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